A poco más
de un mes de cumplirse el centenario del fallecimiento de NICOLÁS ESTÉVANEZ, me
parece adecuado ir publicando algunos de sus textos como una aportación más a
los dignos homenajes que se le están tributando en todo el país.
Les recuerdo que si desean seguir
los actos más importantes en torno a esta conmemoración, lo mejor es contactar Asociación
“DESDE LA SOMBRA DEL
ALMENDRO”.
El siguiente texto se denomina "LOS EX”
y fue publicado en el libro “CALANDRACAS”, la imagen que se puede ver al
principio de este texto corresponde al ejemplar original de ese libro que forma
parte del archivo bibliográfico depositado en la Casona Secundino Delgado (Arafo).
LOS
EX
En muchas ocasiones, lo que agregan es
una extravagancia.
Todos los días vemos tarjetas que no
pueden ser más divertidas.
Esto se ve en todas partes, pero en
Francia se llega hasta el abuso.
Pudiéramos decir, parodiando á Buffón:
la tarjeta es el hombre.
Hay hombres lúgubres, por ejemplo, el
que escribía en sus tarjetas:
FULANO DE TAL.
Propietario de nueve
sepulturas.
También los hay mendicantes, al parecer, como uno que se pone:
MENGANO DE CUAL,
Lisiado.
Y no faltan vanidosos, como los que
escriben:
ZUTANO,
Six fois decoré;
PERENGANO
Amigo del Cónsul del
Perú.
Etc., etc., etc.
Está en su perfecto derecho un diputado,
un coronel ó un sastre, si escribe en su tarjeta “diputado”, “coronel” ó
“sastre”. Pero no me explico ese afán que tienen tantas personas de pregonar lo
que han sido. ¿Qué le importa á nadie lo que fué cada uno, cuando ha dejado de
serlo?
Por eso me hace reír la tarjeta de un
fotógrafo que añade a su apellido: exalcalde, y la de un fondista que agrega:
exdirector de... (aquí el nombre de un diario que ya no existe y del cual se
publicaron tres números.).
Si dura este sistema, llegaremos a
tener tarjetas que digan:
JUAN FERNÁNDEZ,
Exhombre bueno
JOSÉ
GARCÍA,
Extercero
en discordia;
PEDRO
SÁNCHEZ,
Expárvulo.
Confieso
no haber visto jamás en las tarjetas que nadie se titule “éxpropietario”, ni
“exbanquero”, ni “expresbítero”, aunque tales títulos pudieran muchos usarlos,
ya que abundan los propietarios
arruinados, los banqueros quebrados y los presbíteros que han colgado los
manteos.
Pero
sí he leído en la tarjeta de un solemne charlatán;
FULANITO,
ExMayor
General de los Ejércitos coligados de las cinco Repúblicas de Centro-América.
Ni
el personaje en cuestión ha sido general ni ha estado en América en los días de
su vida.
Pero
es indudable que conoce esta sociedad charlatanesca y vana, y ha querido
competir con el portugués del cuento:
MIGUEL
ANTONIO SILVA FERBEIRA
COUTO
CARDOSO DE ANDRADE,
expasajero
de 1ª clase en la fragata “Venus".
Estos
visibles señores que tanto abusan del ex y que llenan sus tarjetas de títulos
ciertos ó soñados, me recuerdan, no sé por qué, los títulos dobles que tanto se
usaron en un tiempo, sobre todo para los melodramas:
A
la luz de la luna o la venganza de un toro;
Las
campanas estridentes ó las ninfas de Benicarló.
O como decía Larra, de inolvidable
memoria:
El peñón de
Gibraltar ó el buey suelto bien se lame.
Quizá algunos señores tengan empeño en
agregarse títulos, para que sus apellidos no llamen la atención. Porque hay
apellidos verdaderamente desdichados. Y no tanto los que son absurdos,
malsonantes, chocarreros, como los que prometen demasiado.
Por mucho que se distinga en la ciencia
un ser llamado Profundo, siempre ha de parecer muy poco lo que haga. Imagínese
el papel que hará si en lugar de profundo resulta superficial y con buena voz
de tiple.
Hemos conocido á un sacerdote que se
apellidaba Clarinete; á un señor Verdugo que era una malva; á un tal Santo que
era un pillo; á un lobo que era un cordero, á un Cordero mariscal de campo; á
un Grande muy pequeño; á un tal Rana que llegó á sargento de caballería.
Tampoco estarán contentos los que se
apelliden Mulo, Tembleque, Sardina, Pez ó Morral.
¿Y qué piensa el lector de los
apellidos vascongados?
Ahí va uno de muestra:
Inurrigarrobecuaturziaburnacúa.
-----
Hemos hablado de los apellidos; pero
los nombres de pila, que dicen los cristianos, también reclaman unas cuantas
líneas. En efecto, hay quien se llama Vitrució. Hay quien se llama Quirico.
Existen, aunque no abundan, los que se
llaman Habido, Óptimo, Isquirión, Censurio, Exuperancio, Bárbaro, etc.
La combinación de nombres y apellidos
resulta á veces por extremo desgraciada. Figúrese el lector a un Bárbaro Tierno,
a un Demófilo Tirano, á un Juan Lanas, á una Teda Rota.
Con tales nombres, se comprende que los
interesados procuren hacerlos desaparecer ahogándolos entre títulos,
condecoraciones y muchos ex, aunque sean imaginarios.