El segundo sentido que describe Nicolás Estévanez en su poema "Los cinco sentidos" es el oído, les recuerdo que este poema fue publicado en el "Diario de Tenerife" el 17 de octubre de 1901.
Los cinco sentidos.
A Luis Maffíotte.
II
EL OÍDO
«Quien escucha su mal
oye»,
se dijo en otras
edades:
aciertan algunas veces
los consabidos
refranes,
que no todos los
sentidos
son igualmente
agradables.
También, también
entre ellos
hay diferencias, hay
clases;
los otros sentidos
gozan
de un privilegio
constante:
si un objeto nos
disgusta
bien podemos no
mirarle;
si huele mal una cosa
podemos ponerla aparte;
nadie come lo molesto
para nuestros
paladares;
y los cuerpos ofensivos
tampoco los toca nadie.
Más ¿cómo evitar que
lleguen
los ecos más
repugnantes,
los ruidos más
inoportunos,
los rumores más
infames,
las noticias más
absurdas,
los mayores disparates,
á nuestros dobles
oídos
pues los tenemos á
pares?
Que canten los
ruiseñores
ó que los jilgueros
canten,
y loa oiremos con
gusto,
con placidez inefable;
pero si repite un loro
lo que ha sabido
enseñarle
un indiano que lo trajo
del Brasii ó de los
Andes,
que sólo majaderías,
cuando no brutalidades,
le puede enseñiar al
loro,
¿hay paciencia que lo
aguante?
Porque loros y cotorras
suelen ser entre las
aves
como ciertos oradores,
y más vale que se
callen.
¿Y qué me cuentan
ustedes,
si son personas
formales,
de lo que cantan los
grillos
cuando declina la
tarde?
Pues grillos son los
poetas
que os recitan sus
romances
para deciros tontunas
en renglones
desiguales;
dígolo por cuenta
propia:
si soy grillo,
¡dispensadme!
¿Y qué dirán los
artistas
y los amigos del arte
de la murga que á sus
puertas
lance notas
discordantes?
No son menos afectivas
las penas que sufre en
balde
la persona que se
acuesta
queriendo,
multiplicarse,
si sólo o se
multiplican
los ronquidos
retumbantes
de la dulce compañera
ó del compañero
amable.
En fin, que por el oído
nos vienen muchos
desastres;
podéis verlo lo hasta
en la mesa,
cuando los tapones
salten
con el estridente ruido
de los comprimidos
gases,
espirituales, etéreos
..
como regüeldos de
fraile.
Pero yo me felicito
(con algunas
salvedades)
de los oídos que tengo
para que no se me
escapen
ni los enérgicos sones
de los himnos
populares,
ni el zumbido de las
bombas
que revienten en las
calles,
ni los truenos que
retumben
en las roncas
tempestades,
ni el rumor de las
palmeras,
ni el gemido de los
sauces,
ni el cantar de los
arroyos;
ni el bellísimo
contraste
de los sosegados ríos
con los torrentes
pujantes,
del Océano salobre
con los dulces
manantiales,
de las olas imponentes
con las espumas
fugaces,
de los lagos apacibles
con los iracundos
mares.